jueves, diciembre 30, 2010

52-Iluminación.

Antes del cuarto éxtasis, en la cuarta noche, Buda invocó al Innominado, a fin de que le revelara el arcano del descanso y la felicidad. Cuando se durmió vio la terrible rueda de la vida, como un circulo de sombras poblado de hormigueros humanos. Luego, se hallo en una región llena de paz y reposo. El dolor ya no existía allí, por lo que no hacia falta seguir encarnándose.
Y cuenta la leyenda que el rey de las serpientes, Mucalinda, aun hizo una ultima tentativa para vencer a Buda, para lo cual se enrosco siete veces con sus anillos al cuerpo del filosofo, protegiéndole de esta manera contra la tempestad (incluso la de su alma), pero también fue derrotado por la firmeza de Buda ante toda tentación y todo peligro, y al cabo de siete días, cuando Mucalinda vio el cielo libre de nubes, se desenrosco del cuerpo del iniciado y, adoptando la forma de un mancebo, se le aproximo y lo venero, adorándolo.
La luz del amanecer comenzó a teñir el cielo. Las estrellas y la luna se dispusieron a retirarse mientras unas llamas púrpuras, rojas y anaranjadas convertían el firmamento en un gigantesco lienzo rebosante de vida, anunciando un nuevo y esplendoroso día. La claridad de la aurora se mezclaba con los últimos retazos de la noche. Las estrellas, en sus múltiples configuraciones, los remotos planetas, el sol y la luna refulgían al unísono en ese instante de perfecta armonía, cuando el mundo se halla entre la noche y el día.
Se acercaba el alba. En el mismo instante en que la estrella de la mañana comenzaba a brillar en el cielo oriental, algo ocurrió.
Siddharta abrió los ojos y miro a su alrededor; una sonrisa iluminó su rostro y recorrió todo su cuerpo; hasta la yema de los dedos: era el profundo sentimiento del despertar, después de largos sueños. De repente se encontró andando otra vez, con paso rápido, como el de un hombre que sabe lo que tiene que hacer.
Finalmente, después de muchos años de prácticas austeras, habiendo luchado contra Mara y sus ejércitos. Siddartha logro la iluminación.
De repente, como un ilimitado y penetrante haz de luz, la sabiduría de Siddartha emergió para iluminar la verdad eterna e inmutable de la vida. Una sensación similar al impacto de una descarga eléctrica recorrió su cuerpo. Temblaba de emoción, y un subido tono rosado invadía las mejillas bañadas en lagrimas.
-Esto es.-
Miro a su alrededor, como si viese al mundo por primera vez. ¡Era hermoso el mundo, y de diversos colores! El mundo se le presentaba curioso y enigmático. Aquí azul, allí amarillo, allá verde, el cielo y el río corrían, el bosque y el monte mezclaban su belleza misteriosa y mágica, y allí en medio, Siddartha, que se despertaba, que se ponía en camino hacia sí mismo. A través de los ojos de Siddartha entro por primera vez todo eso, el amarillo y el azul, el río y el bosque. Ya no era la magia de Mara, ni el velo de Maya, ya no era la multiplicidad para el brahmán profundo, que desprecia lo múltiple y busca la unidad. Azul era azul, río era río, aunque dentro del azul y del río y de Siddartha vivía escondido lo único y lo divino; precisamente, la característica principal de lo divino era el ser aquí amarillo, allí azul, allá cielo, acullá bosque y aquí Siddartha. El sentido y la realidad no se encontraban detrás de las cosas, estaban dentro de ellas, dentro de todo.
-¡Que sordo y que torpe he sido!-meditó a paso ligero.-Si alguien lee un escrito para buscarle sentido, no desprecia los signos ni las letras, ni los llama engaño, casualidad o cáscara inútil; al contrario, los lee, los estudia, los ama letra por letra. Sin embargo, yo quería leer el libro del mundo y el de mi propia naturaleza despreciando los signos y las letras a favor de un sentido imaginado de antemano, preconcebido; llamaba al mundo visible un engaño. Consideraba mi ojo y mi lengua como apariencias casuales sin valor. No; esto ya ha terminado: ahora me he despertado realmente y hoy, por fin, he nacido.-
Mientras Siddartha reflexionaba así, se detuvo nuevamente, en seco, como si se le hubiera cruzado una serpiente en el camino.
Y es que repentinamente comprendió también lo siguiente: él, en verdad, era como una persona que se despierta o como un recién nacido, tenia que comenzar de nuevo su vida desde un principio. Aquella misma mañana, al abandonar el bosque de Jatavena, el de aquel majestuoso, y empezar a despertar, a caminar hacia sí mismo, lo había parecido natural su intención de regresar a su tierra y a la casa paterna, después de los años de ascetismo. Pero ahora, en este momento, cuando se detuvo como si se le hubiera cruzado una serpiente en el camino, también se despertaron sus sospechas.
-Ya no soy el que fui,-se dijo.-ya no soy asceta, ni sacerdote, ni brahmán. ¿Qué haría en casa de mi padre? ¿Estudiar? ¿Sacrificar? ¿Meditar? Todo ello ya es pasado, ha terminado para mí.-
-Yo tengo movimiento a través del curso de muchos nacimientos mirando al hacedor de esta morada y no a su hallazgo; doloroso es nacer una y otra vez. Todas sus vigas están quebradas, sus referentes destruidos; el espíritu logró la extinción de los deseos.-
Siddartha estaba inmóvil y por un momento sintió que el corazón se le helaba, al darse cuenta de la soledad en que se hallaba. Sintió en su pecho un escalofrío, como si se tratara de un animal pequeño, un pájaro o una liebre. Durante años no había tenido casa, y no la había necesitado.
Cuando hubo contemplado de qué modo los seres vivos se destinan a renacer constantemente en los mundos del pasado, presente y futuro, Siddartha pasó al estadio final de su iluminación, en la tercera y ultima fase de la noche. Comprendió la verdad suprema de la vida y del mundo, y completo el proceso que le permitió llegar a ser un Buda.
Años habían pasado desde que se sentó en ese árbol, aunque el mundo físico solo contara unos días. El tiempo en que paso en contacto con el otro lado del mundo, se convirtió en varios años cuando para su cuerpo fenoménico fueron pocos días. En este viaje, se encontraba consigo mismo, un desdoblamiento que equivalía a verse como Buda y como Siddartha, hasta que comprendió la verdad, ambos eran él. Mara, Maya, Mucalinda; todas las fuerzas negativas del universo intentaron impedirle el cumplir con su cometido. Pero Siddartha se había levantado triunfante. El pasado, el presente y el futuro, pasaron ante él como si fueran solo meras percepciones, tal como son las restantes de nuestro mundo fenoménico. Siddartha entraba ahora en la eternidad, la de todos los grandes hombres. Viendo esto, pudo contemplar a sus sucesores. En las infinitas posibilidades que había ante sí, él sabia que haría cuando dejara el árbol bodhi. Sus próximos pasos, definirían la vida de millones de personas en los próximos y numerosos asamkyas de kalpas, en múltiples mundos. Él vio tres mil mundos convergiendo en ese instante de la vida. Vio que no podría exponer por completo, solo podía dar el primer paso. Mostrar que la iluminación era posible, para todos los seres humanos de este mundo y en esta vida. Siddartha tenia clara su misión, pero su obra debía ser continuada. Él pondría la piedra fundamental, dar el primer paso, el primero de un viaje que duraría hasta la eternidad en más de un millón de pasos.
Se cree que Siddartha estuve en lo que equivale a cien años examinando estos aspectos de la existencia. Contemplando al gran último sucesor suyo que expondría la ley en su forma completa, aquel que cerraría el circulo que él iniciaría. Todo dependía ahora de Siddartha, nada más.
Finalmente, había alcanzado la iluminación. Siddartha lo había logrado, era Buda. El Buda, que fue Siddartha, que aun era. Fue el supremo despertar. Finalmente, se había convertido en un buda, alguien iluminado a la verdad última. Fue como si dentro de su vida se hubiera abierto una puerta, de par en par, a todo el universo. Se liberó de todas las ilusiones. Sintió que ahora, basandose en la Ley de la vida, podía actuar libremente y disfrutar en plenitud. Era un estado que jmás había experimentado en esa existencia.
Sus ojos veían lo mismo, pero diferente. Sus oídos captaban igual, pero en otro espectro. Sus sentidos completos eran distintos a lo que habían sido.
Buda se levantó, incapaz de abandonar a la humanidad a sus sufrimientos para ir en busca del Nirvana. Podía haber permanecido en ese estado de gracia, pero decidió aguardar hasta poder compartir lo que había aprendido con aquellos a quienes les resultara útil, aquellos que desearan recibir los conocimientos que él había adquirido para sentirse libres.