sábado, febrero 12, 2005

25-La victoria.

A continuación, ato un extremo de la cuerda a otra flecha, utilizando la mano que tenia libre y los dientes, y la lanzo con todas sus fuerzas. La flecha se clavó en las gruesas raíces del Puente Vivo. Sujetando la cuerda con las dos manos, Siddharta salto de la roca y quedo suspendido sobre el vacío.
Virudaja hizo girar la carroza y se lanzo a galope hacia la flecha que le proclamaría vencedor del torneo. Los josalas comenzaron a lanzar gritos de jubilo, mientras los sakyas proferían amenazas y maldiciones contra sus enemigos.
Siddharta se balanceaba bajo el puente, adquiriendo cada vez mayor altura, hasta que por fin se soltó y aterrizo de bruces en una saliente del precipicio. Mientras sostenía la cuerda con una mano el príncipe de los sakyas coloco otra flecha en el arco y la sujeto entre los dientes.
En el preciso instante en que Virudaja se inclinaba sobre el costado de la carroza para recoger la flecha, Siddharta tenso la cuerda del arco con los dientes y disparo el proyectil, que se clavo en la mano de Virudaja.
Virudaja contemplaba atónito la flecha que le había atravesado la mano. Lanzando un grito de dolor, consiguió arrancársela. Los josalas lo aclamaron por su valor, mientras Virudaja sonreía, satisfecho.
Sujetando la cuerda con fuerza, Siddharta salto y se encaramo sobre el puente.
Pese al frio reinante, Suddhodana estaba empapado en sudor. Asvapati tenia los ojos cerrados y rezaba a todos los dioses conocidos, rogándoles que salvaran la vida de Siddharta.
Siddharta miro a Yasodhara y sonrió mientras corría hacia su carroza, junto a la cual le aguardaba Ananda.
-Tu caballo es demasiado nervioso.-dijo este a Siddharta.-No podrás montarlo en un terreno montañoso.-
Al volverse Siddharta vio las serpientes que yacían en el suelo, aplastadas por las ruedas de la carroza. Ananda y Siddharta se miraron como solían hacerlo cuando eran niños.
-Ahora veras.-dijo Siddharta, guiñando un ojo a su amigo.
Tras estas palabras, se monto de un salto en la carroza y echo a galopar hacia la flecha, que seguía clavada en las tablas del puente.
Las nubes se habían hecho más densas y la lluvia caía incesantemente...
Cuando Virudaja vio a su rival dirigiéndose hacia donde se encontraba la flecha, grito enfurecido:-Nooooo!-
Con el rostro contraído en una mueca de odio y la mano sangrando, agarró las riendas de la carroza y se lanzo tras Siddharta. Los dos príncipes corrían a toda velocidad, como los antiguos dioses de la tormenta, como Indra, vencedor de la guerra de los dioses, blandiendo las armas y tratando de asestar un golpe mortal a su adversario.
De pronto, Siddharta se detuvo bruscamente a pocos metros de la flecha.
Virudaja tiro de las riendas para frenar a los caballos y miro extrañado a Siddharta. Al cabo de unos instantes, decidió aprovecharse de la vacilación del príncipe Sakya, y salió disparado de nuevo hacia la flecha.
Siddharta disparo una flecha, que se clavo en un rueda de la carroza de Virudaja. El príncipe de Josala salió despedido del vehículo. Furioso, chorreando agua y sangre, Virudaja echó a correr hacia la flecha como un poseso.
Siddharta permaneció inmóvil, mientras la lluvia se deslizaba por su hermoso rostro, contemplando con curiosidad a su rival. Luego, lentamente colocó otra flecha en el arco y la disparo. El misil surcó los aires y se clavo en la sandalia de Virudaja.
El tamborileo de la lluvia sofocaba los gritos de dolor del príncipe de Josala. Mientras el joven trataba de quitarse la sandalia, una segunda flecha atravesó la otra sandalia, de forma que quedo inmovilizado. Pálido y aterrado, Virudaja trato desesperadamente de descalzarse, mientras los ágiles caballos de su enemigo se precipitaban hacia él.
Entusiasmado, el rey Suddhodana se volvió hacia Asvapati y le asesto un golpe con el cetro que estuvo a punto de derribarlo. Siddharta, inclinado sobre el costado de su carroza, arranco la flecha que estaba clavada en el puente mientras su enemigo, horrorizado, se cubría el rostro con las manos. Unos momentos antes de producirse el impacto, Siddharta se volvió bruscamente y el carruaje se detuvo.
Los presentes habían enmudecido. Solo se oía el batir de la lluvia.
Siddharta coloco la flecha en el arco, apunto hacia la diana y disparo. La flecha voló a través de los aires y fue a clavarse en el centro de los blancos pétalos del mandala de la vida.
El rey Prasenajit miro al príncipe victorioso y a la radiante princesa y se froto la barbilla, pensativo.

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